Entre
todos los dioses y budas del cielo, había un famoso hazmerreír de los tres
reinos.
Las
leyendas dicen que, ochocientos años atrás, había un antiguo reino en las
Tierras Medias llamado Reino de Xianle.
El
Reino de Xianle era vasto en tierras y abundante en recursos. Había cuatro
tesoros dentro del reino: bellezas nebulosas, música vibrante y literatura
maravillosa, oro y gemas, y su infame Príncipe Heredero.
¿Cuál
sería la mejor manera de describir a este Príncipe Heredero? Bueno, era un
hombre único.
Era
amado por el rey y la reina, extremadamente adorado. A menudo decían—: Mi hijo
se convertirá en un gran gobernante en el futuro, su fama resonará en la
historia.
Sin
embargo, al Príncipe Heredero no le interesaba el poder imperial o la riqueza del
mundo común en lo más mínimo.
Lo
que le interesaba, según sus propias palabras, era…
—¡Salvaré
a la gente común!
---
Cuando
era joven, el Príncipe Heredero se centraba solo en su cultivo, y había dos
pequeñas historias que estaban muy divulgadas sobre su camino de cultivo.
La
primera historia ocurrió cuando tenía diecisiete años.
Ese
año, una gran Procesión Ceremonial Celestial Shangyuan[1] tuvo lugar en el Reino de Xianle.
Si
bien la costumbre de llevar a cabo estas ceremonias divinas ha caído en desuso
durante siglos, todavía es posible deducir qué gran ocasión de júbilo debió
haber sido a partir de los de libros antiguos y de la tradición oral.
El
maravilloso Festival de Shangyuan en la Gran Avenida Marcial.
Mares
de personas se habían reunido a ambos lados de la ancha calle, miembros de la
realeza y nobles hablaban y reían alegremente en lo alto de las plataformas.
Los gloriosos guerreros reales ataviados con armaduras abrían los caminos
mientras las doncellas bailaban con elegancia y sus hermosas manos esparcían
flores; quién iba a atreverse a señalar si las flores o las doncellas eran más
hermosas. Desde el interior del carruaje dorado llegaba una música melodiosa
que flotaba en el aire a través de toda la ciudad imperial, y al final de la
procesión, había un gran escenario tirado por dieciséis caballos blancos con
bridas doradas.
Y
en este imponente gran escenario estaba el Guerrero que Agrada a Dios, en quien
todos centraban su atención.
En
la Procesión Ceremonial Celestial, el Guerrero que Agrada a Dios llevaba una
máscara dorada.
Con
un atuendo glamoroso y una espada sagrada en la mano, interpretaba el papel del
dios marcial número uno de mil años que sometió al mal: el Emperador Marcial
Celestial, Jun Wu.
Era
el mayor de los honores ser elegido para interpretar al Guerrero que Agrada a
Dios; por tanto, los criterios de selección eran sumamente estrictos. El
elegido ese año fue el Príncipe Heredero.
Todos
en el reino creían que lograría la actuación más emocionante del Guerrero que Agrada
a Dios. Sin embargo, ese día ocurrió un accidente.
Durante
el tercer recorrido de la procesión, pasó junto a una muralla de decenas de
metros de altura. En ese momento, el dios marcial en el gran escenario estaba a
punto de matar al demonio con un golpe. Era la escena culminante de la
actuación, ambos lados de la calle se encontraban en la cima de la emoción. La
parte superior de la muralla de la ciudad también estaba llena de gente que
luchaba por ver el espectáculo, apretándose y empujándose unos a otros.
En
un instante, un niño pequeño se cayó del borde del muro.
Los
gritos llegaron a los cielos. Justo cuando todos pensaban que ese niño pequeño
mancharía de sangre la Gran Avenida Marcial, el Príncipe Heredero levantó la
vista, saltó al vuelo y lo atrapó.
La
gente solo vislumbró una silueta blanca que volaba como un pájaro en el aire
antes de que el Príncipe Heredero aterrizara con el niño en sus brazos. La
máscara dorada cayó y reveló el rostro joven y guapo que se había estado
ocultando.
En
el siguiente instante, estallaron los vítores.
La
gente se hallaba emocionada y alegre, pero los Guoshi[2] del salón de cultivo real estaban
preocupados.
Nunca
habían imaginado que ocurriría un problema así de grande. ¡Era una suerte
siniestra! ¡La peor de las desgracias!
Los
Guoshi estaban muy angustiados, al punto que perdían el pelo tan rápido como caía
la lluvia. Después de mucha contemplación, llamaron al Príncipe Heredero.
Muy
cortésmente le pidieron así—: Su Alteza, ¿estaría dispuesto a enfrentar la
pared en reflexión durante un mes? En realidad no necesita ser un mes, siempre
que la intención esté ahí.
El
Príncipe Heredero sonrió y respondió como tal con un “No”.
Así
fue como lo dijo—: Salvar
a la gente no es nada malo. ¿Por qué los cielos me condenarían por algo que he
hecho bien?
Eh…
pero ¿y si qué tal los cielos sí te condenan?
—Entonces, son los cielos los que se equivocan.
¿Por qué tendría que disculparme con los que están errados?
Los
Guoshi no pudieron discutir.
El
Príncipe Heredero era ese tipo de persona.
Nunca
se había encontrado con nada que no pudiera hacer, ni había conocido a nadie
que no lo amara.
Él
era la justicia del Reino de los Mortales, era el centro del mundo.
A
pesar de que los Guoshi estaban frustrados —“¡¿Qué diablos sabes tú?!”—, no les
correspondía decir más y, de todos modos, no se atrevían a insistir. Su Alteza
no escucharía de ninguna manera.
---
La
segunda historia también ocurrió en el año en que el Príncipe Heredero tenía
diecisiete.
Cuenta
la leyenda que en el sur del río Amarillo, había un puente llamado Yinian[3]. Sobre este puente, existía un fantasma que
había permanecido ahí durante años.
Este
fantasma era sumamente temible: estaba vestido con una armadura rota, las
llamas del karma ardían bajo sus pies, y su cuerpo se veía cubierto de sangre y
atravesado por todo tipo de armas afiladas. Cada paso que daba dejaba una
huella de sangre y fuego. Cada pocos años, aparecía repentinamente por la noche
y deambulaba de un lado a otro en la cabecera del puente, bloqueando a los
viajeros para hacerles tres preguntas:
“¿Qué es este lugar?”
“¿Quién soy?”
“¿Qué se debe hacer?”
El
fantasma luego devoraría a quien respondiera incorrectamente. Sin embargo,
nadie sabía cuáles eran las respuestas correctas. Con el paso de los años, este
fantasma había engullido a innumerables viajeros.
Durante
su errante vagabundeo, el Príncipe Heredero se enteró de esto. Así que fue y
encontró el Puente Yinian, custodiándolo noche tras noche, hasta que
finalmente, se encontró con el inquietante fantasma.
Cuando
ese fantasma apareció, era tan horrible como decían las leyendas. Le hizo al Príncipe
Heredero la primera pregunta, y el Príncipe Heredero respondió con una sonrisa.
—Este lugar es el mundo humano.
Sin
embargo, ese fantasma respondió—: Este lugar es el abismo.
Un
comienzo auspicioso. La primera respuesta ya era incorrecta.
—Bueno,
las tres respuestas van a estar equivocadas de todos modos —pensó el Príncipe
Heredero—. ¿Por qué debo esperar a que termines?
Entonces
sacó su arma y arremetió.
La
pelea fue un completo caos. El Príncipe Heredero era experto en artes
marciales, pero el fantasma era aterrador e intrépido. Hombre y fantasma
lucharon tan violentamente que el sol y la luna se vinieron abajo; al final, el
fantasma fue derrotado.
Después
de que el fantasma desapareciera, el Príncipe Heredero plantó un árbol en flor
en la cabecera del puente.
Cuando
estaba en eso, un cultivador pasó y lo vio esparcir un puñado de tierra para expulsar
al fantasma.
Él
preguntó—: ¿Qué estás haciendo?
Y
así, el Príncipe Heredero dijo las famosas palabras—: Cuerpo en el abismo,
corazón en el paraíso.
Al
escucharlo, el cultivador formó una sonrisa tenue. Luego se transformó en un
guerrero divino vestido con una armadura blanca, con nubes auspiciosas bajo sus
pies, y cabalgó en el viento y la luz sagrada. Solo ahí el Príncipe Heredero se
dio cuenta de que había conocido de manera accidental al Emperador Marcial
Celestial, quien había descendido personalmente al Reino de los Mortales para
derrotar al mal.
Todos
los dioses y seres celestiales habían notado a este Guerrero que Agrada a Dios,
sobresaliente en extremo, cuando dio ese salto durante la Procesión Celestial
de Shangyuan.
Por
tanto, después de aquella reunión en el Puente Yinian, las deidades le
preguntaron al emperador—: ¿Cómo encuentra Mi Señor a esta Alteza Real?
El
emperador respondió—: El futuro de este niño es infinito.
Esa
noche, un fenómeno celestial se manifestó en los cielos sobre el palacio, y las
tormentas se desataron.
En
medio de los relámpagos y los rugidos de los truenos, el Príncipe Heredero
ascendió.
---
Cada
vez que un mortal ascendía, el Reino Celestial siempre temblaba. Cuando el Príncipe
Heredero ascendió, todo el Reino Celestial tembló tres veces más que con los
temblores normales.
Lograr
un cultivo fructífero era de verdad muy difícil. Requería talento,
entrenamiento y oportunidad. A menudo era necesario un largo camino de cien
años para que naciera un dios.
No
era que no hubiese almas afortunadas que se convirtieran en deidades a una edad
temprana. Sin embargo, en gran parte, existían aquellos que se consumían
durante toda su vida, entrenaban cien años, y aun así no conseguían calamidades
celestiales[4] que les sobrevinieran. Incluso si llegaran a
enfrentar una calamidad celestial, morirían si no podían pasar tal prueba; e incluso
si no morían, quedaban en ruinas. Su número era tan numeroso como las arenas
del Ganges, pero la mayoría eran simplemente mortales ignorantes que pasaban
toda su existencia como nada más que ordinarios, sin encontrar nunca su propia senda.
Sin
embargo, esta Alteza Real era sin duda amado por los cielos. Todo lo que
quería, lo conseguía; cualquier cosa que quisiera hacer, lo lograba; quería
ascender y convertirse en un dios, por lo que a la edad de diecisiete años
ascendió y se convirtió en un dios.
Siempre
había seguido la voluntad del pueblo, y el rey y la reina amaban a su hijo y lo
extrañaban profundamente. Así que el rey ordenó que se construyeran grandes
templos y santuarios a lo largo y ancho del país, y que las estatuas del
Príncipe Heredero fueran erigidas y adoradas por todos. Cuantos más creyentes hubiera,
más templos habría y, en consecuencia, más larga sería su vida y más fuertes
sus poderes espirituales. Así, en unos pocos años, el Palacio Xianle del
Príncipe Heredero se volvió incomparablemente glorioso y, durante un tiempo, su
prosperidad y esplendor alcanzaron la cima.
…
Hasta que tres años después, Xianle cayó en el caos.
---
La
causa del caos fue la tiranía, y los rebeldes se sublevaron. Sin embargo,
mientras las llamas de la guerra se encendían en el mundo mortal, las deidades
del Reino Celestial no podían intervenir fácilmente. Esto a menos que fueran fantasmas,
monstruos y demonios los que invadieran las fronteras… De lo contrario, lo que
fuera, debía ser.
Imagínese:
los conflictos estaban en todas partes en el Reino Mortal, y todos creían que
tenían razón. Entonces, si alguien se entrometiera, hoy respaldaría a su
antiguo reino y mañana otro vengaría a sus descendientes. Por lo tanto, ¿no
habría dioses que siempre querrían luchar entre sí y que caerían en una vida de
desgracia?
Una
situación como esta para el Príncipe Heredero significaba que debía mantener su
distancia, pero no le importó en lo absoluto.
Le
dijo al Emperador Celestial—: Salvaré a la gente común.
El
Emperador Celestial poseía mil años de poder divino, pero ni siquiera él se atrevió
a desasir esas palabras de sus labios. Cuando escuchó esto, fue fácil imaginar
cómo se sentía, sin embargo, no pudo hacer nada con el Príncipe Heredero.
Entonces
dijo—: No puedes salvar a todos.
—Sí
puedo —declaró el Príncipe Heredero.
De
tal forma, descendió al reino mortal sin mirar atrás.
Naturalmente,
el pueblo de Xianle se regocijó. Sin embargo, desde la antigüedad existía una
verdad a la que la gente se refería en el mundo humano: cuando los dioses
descendían al Reino Mortal sin permiso, nunca había un buen resultado.
En
consecuencia, las llamas de la guerra, además de no extinguirse, se volvieron
aún más salvajes.
No
era como si el Príncipe Heredero no se esforzara mucho, pero hubiese sido mejor
si ni siquiera lo intentaba. Cuanto más hacía, más desastrosa se volvía la
guerra; el pueblo de Xianle fue devastado y aplastado, el número de heridos y
bajas fue severo; y, al final, una plaga arrasó la ciudad imperial, el ejército
rebelde irrumpió en el palacio, y de esta manera, se terminó la guerra.
Si
se decía que Xianle originalmente pendía de un hilo, entonces el Príncipe
Heredero vino y lo cortó de tajo.
---
Después
de la caída del reino, la gente al fin se dio cuenta de una cosa: el Príncipe Heredero
al que adoraban como un dios, nunca fue tan perfecto o fuerte como lo
imaginaban.
O
dicho con más dureza, ¡¿no solo era una basura inservible que no podía hacer
nada bien?!
Sin
ningún lugar donde desahogar la angustia y el dolor de perder hogares y
familias, la gente maltrecha ingresó con furia a los palacios del Príncipe
Heredero, derribó sus estatuas divinas e incendió los templos sagrados.
Ocho
mil templos ardieron durante siete días y siete noches, y ardieron hasta que no
quedó nada. A partir de ese momento, el dios marcial que protegía la paz y la
seguridad desapareció, y nació un Dios de la Desgracia que, naturalmente, trajo
desastres.
Cuando
la gente te llama “dios”, entonces eres un dios. Si te dicen “mierda”, entonces
eres una mierda. Eres lo que sea que dicen. Siempre ha sido así.
---
Sin
importar qué, El Príncipe Heredero no pudo aceptar esta realidad, y peor aún, no
pudo aceptar el castigo que le habían impuesto: Destierro.
Sus
poderes espirituales fueron sellados, y su persona fue derribada al Reino
Mortal.
Había
crecido infinitamente consentido y mimado, nunca antes probó el sufrimiento del
mundo humano; sin embargo, este castigo lo arrojó desde las nubes al fango. Y
en ese fango, por primera vez, comprendió el sabor del hambre, la pobreza y la
inmundicia. Esta fue también la primera vez que hizo cosas que nunca pensó que
haría de modo voluntario: robar, hurtar, maldecir en voz alta y renunciar a sí
mismo. Perdió toda dignidad, no le quedó autoestima, y estuvo tan descuidado
como uno podría llegar a estarlo. Incluso su sirviente más leal no pudo aceptar
este cambio en él y eligió irse.
“Cuerpo
en abismo, corazón en paraíso”. Esta frase fue grabada en monumentos y placas
de piedra en innumerables partes de Xianle. Si no fuera por la guerra que quemó
casi todo el reino hasta los cimientos, si el Príncipe Heredero viera los
restos de esas palabras, era probable que fuera el primero en apresurarse a
destruir lo que quedaba.
La
persona que había pronunciado esas palabras había probado personalmente que,
cuando el cuerpo estaba en el abismo, el corazón no podía estar en el paraíso.
---
Ascendió
a los cielos con rapidez, pero cayó en desgracia aún más rápido. Como si apenas
fuera ayer, con esa la mirada imponente sobre la Gran Avenida Marcial, luego de
encontrar el mal en el Puente Yinian. Sin embargo, después de que el Reino Celestial
susurrara por un tiempo, lo que había pasado quedaba en el pasado.
Hasta
que, transcurridos muchos años, un día, un enorme estruendo tronó desde el
cielo. Esta Alteza Real ascendió por segunda vez.
A
lo largo de la historia, los oficiales celestiales que habían sido desterrados
nunca se recuperaron o cayeron en el Reino de los Fantasmas. Nunca hubo muchos
que pudieran pasar página después de haber sido desterrados. La segunda
ascensión fue totalmente grandiosa y espectacular.
Todavía
más espectacular fue que, después de ascender, emprendió todo el camino hacia
el Reino Celestial y se desató en plena furia. Así resultó en que solo fue
ascendido durante el lapso de un incienso antes de ser derribado de nuevo.
El
tiempo de un incienso. Esa podía considerarse la ascensión más rápida y corta
de la historia.
Si
la primera ascensión podía considerarse un cuento hermoso, entonces la segunda
ascensión fue una farsa.
---
Habiendo
sido desterrado dos veces, el Reino Celestial miró a este Príncipe Heredero con
total desprecio. Y en este desprecio, también existía cautela. Después de todo,
era amenazante y estaba al límite tras el primer destierro; ahora que había
sido desterrado dos veces, ¿no perdería los estribos y se vengaría del mundo?
Sin
embargo, después de haber sido desterrado esta vez, no se volvió loco, e
incluso se adaptó con calma a la vida de destierro. No hubo ningún problema, el
único asunto era… ¿tal vez se estaba tomando las cosas demasiado en serio?
A
veces se ponía al final de la calle, tocando cualquier instrumento y cantando
cualquier canción, e incluso romper rocas en su pecho no estaba fuera de su
alcance. Si bien durante mucho tiempo se había corrido la voz de que esta Alteza
Real podía cantar y bailar, y que era un maestro de muchos talentos, increíblemente,
todos sus talentos estaban siendo atestiguados de tal manera, que hacía que uno
se sintiera en verdad turbado.
A
veces, también recolectaba basura con diligencia y humildad.
Todas
las deidades quedaron conmocionadas hasta la médula.
Era
impensable que las cosas llegaran a este punto; uno en el que si alguien decía
“el hijo que has alumbrado es el Príncipe Heredero de Xianle”, era una
maldición más maliciosa que “ojalá mueras sin hijos”.
Realmente
no había nadie como él por haber arruinado las cosas a ese nivel, ese quien una
vez fue el noble y gentil Príncipe Heredero, un oficial celestial que formó
parte de las filas divinas. Y así, esta es la historia del hombre que era
conocido como el hazmerreír de los tres reinos.
Después
de carcajearse, los que eran más sentimentales también podrían suspirar. Ese
amado de los cielos, que una vez estuvo a semejante altura, había desaparecido de
verdad y por completo.
Estatuas
divinas destrozadas, reino natal destruido, y sin que le quedara ni un solo
creyente. Poco a poco, el mundo lo olvidó. Por eso, nadie supo a dónde se
dirigió después.
---
Pasaron
muchos años más. De repente, un día, hubo otro gran estruendo en el cielo. El
cielo cayó y la tierra se agrietó, el suelo tembló y las montañas se sacudieron.
Las
linternas de luz eterna se estremecieron, las luces de las hogueras bailaron
con furia, y todos los oficiales celestiales se despertaron sobresaltados
dentro de sus propios palacios dorados, corriendo para preguntarse unos a
otros:
“¿Qué
nuevo dignatario ascendió? ¡Qué entrada tan grandiosa!”
Sin
embargo, quién lo diría, solo exclamaron con asombro por un segundo, cuando en
el siguiente, todos los dioses y budas del cielo quedaron atónitos.
¡¿No
había sido suficiente?!
Ese
infame bicho raro, el hazmerreír de los tres reinos, la legendaria Alteza Real
el Príncipe Heredero, ¡él… él… él… él ascendió de nuevo!
[1]
El Festival de Shangyuan también se conoce como el Festival de los Faroles, marcando
el día 15 y último del Año Nuevo Lunar. Es un día para adorar y celebrar los
cielos celestiales.
[2]
"Guoshi" se puede traducir como "Preceptor imperial/estatal".
Es un cargo gubernamental de alto rango que también tiene importantes
responsabilidades religiosas. Los Guoshi sirven como jefes de estado religiosos
bajo el Emperador, y son los tutores, capellanes y confidentes del Emperador y
sus herederos directos. Lea más aquí: https://en.wikipedia.org/wiki/Imperial_Preceptor.
[3] [一 念] significa "Un pensamiento" o "Pensamiento fugaz". Esta es también la primera mitad del modismo, "Se tomó una decisión incorrecta en un momento de debilidad".
[4]
Antes de que un cultivador taoísta pueda ascender, debe pasar por la prueba de
una calamidad celestial para poder pasar a los cielos. Suele ser una tormenta
feroz llena de rayos penetrantes.
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