Tian Guan Fu Ci: Capítulo 1


 Capítulo 1: ~Prólogo~ La Bendición Oficial del Cielo


Entre todos los dioses y budas del cielo, había un famoso hazmerreír de los tres reinos.

Las leyendas dicen que, ochocientos años atrás, había un antiguo reino en las Tierras Medias llamado Reino de Xianle.

El Reino de Xianle era vasto en tierras y abundante en recursos. Había cuatro tesoros dentro del reino: bellezas nebulosas, música vibrante y literatura maravillosa, oro y gemas, y su infame Príncipe Heredero.

¿Cuál sería la mejor manera de describir a este Príncipe Heredero? Bueno, era un hombre único.

Era amado por el rey y la reina, extremadamente adorado. A menudo decían—: Mi hijo se convertirá en un gran gobernante en el futuro, su fama resonará en la historia.

Sin embargo, al Príncipe Heredero no le interesaba el poder imperial o la riqueza del mundo común en lo más mínimo.

Lo que le interesaba, según sus propias palabras, era…

—¡Salvaré a la gente común!

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Cuando era joven, el Príncipe Heredero se centraba solo en su cultivo, y había dos pequeñas historias que estaban muy divulgadas sobre su camino de cultivo.

La primera historia ocurrió cuando tenía diecisiete años.

Ese año, una gran Procesión Ceremonial Celestial Shangyuan[1] tuvo lugar en el Reino de Xianle.

Si bien la costumbre de llevar a cabo estas ceremonias divinas ha caído en desuso durante siglos, todavía es posible deducir qué gran ocasión de júbilo debió haber sido a partir de los de libros antiguos y de la tradición oral.

El maravilloso Festival de Shangyuan en la Gran Avenida Marcial.

Mares de personas se habían reunido a ambos lados de la ancha calle, miembros de la realeza y nobles hablaban y reían alegremente en lo alto de las plataformas. Los gloriosos guerreros reales ataviados con armaduras abrían los caminos mientras las doncellas bailaban con elegancia y sus hermosas manos esparcían flores; quién iba a atreverse a señalar si las flores o las doncellas eran más hermosas. Desde el interior del carruaje dorado llegaba una música melodiosa que flotaba en el aire a través de toda la ciudad imperial, y al final de la procesión, había un gran escenario tirado por dieciséis caballos blancos con bridas doradas.

Y en este imponente gran escenario estaba el Guerrero que Agrada a Dios, en quien todos centraban su atención.

En la Procesión Ceremonial Celestial, el Guerrero que Agrada a Dios llevaba una máscara dorada.

Con un atuendo glamoroso y una espada sagrada en la mano, interpretaba el papel del dios marcial número uno de mil años que sometió al mal: el Emperador Marcial Celestial, Jun Wu.

Era el mayor de los honores ser elegido para interpretar al Guerrero que Agrada a Dios; por tanto, los criterios de selección eran sumamente estrictos. El elegido ese año fue el Príncipe Heredero.

Todos en el reino creían que lograría la actuación más emocionante del Guerrero que Agrada a Dios. Sin embargo, ese día ocurrió un accidente.

Durante el tercer recorrido de la procesión, pasó junto a una muralla de decenas de metros de altura. En ese momento, el dios marcial en el gran escenario estaba a punto de matar al demonio con un golpe. Era la escena culminante de la actuación, ambos lados de la calle se encontraban en la cima de la emoción. La parte superior de la muralla de la ciudad también estaba llena de gente que luchaba por ver el espectáculo, apretándose y empujándose unos a otros.

En un instante, un niño pequeño se cayó del borde del muro.

Los gritos llegaron a los cielos. Justo cuando todos pensaban que ese niño pequeño mancharía de sangre la Gran Avenida Marcial, el Príncipe Heredero levantó la vista, saltó al vuelo y lo atrapó.

La gente solo vislumbró una silueta blanca que volaba como un pájaro en el aire antes de que el Príncipe Heredero aterrizara con el niño en sus brazos. La máscara dorada cayó y reveló el rostro joven y guapo que se había estado ocultando.

En el siguiente instante, estallaron los vítores.

La gente se hallaba emocionada y alegre, pero los Guoshi[2] del salón de cultivo real estaban preocupados.

Nunca habían imaginado que ocurriría un problema así de grande. ¡Era una suerte siniestra! ¡La peor de las desgracias!

Los Guoshi estaban muy angustiados, al punto que perdían el pelo tan rápido como caía la lluvia. Después de mucha contemplación, llamaron al Príncipe Heredero.

Muy cortésmente le pidieron así—: Su Alteza, ¿estaría dispuesto a enfrentar la pared en reflexión durante un mes? En realidad no necesita ser un mes, siempre que la intención esté ahí.

El Príncipe Heredero sonrió y respondió como tal con un “No”.

Así fue como lo dijo—: Salvar a la gente no es nada malo. ¿Por qué los cielos me condenarían por algo que he hecho bien?

Eh… pero ¿y si qué tal los cielos sí te condenan?

Entonces, son los cielos los que se equivocan. ¿Por qué tendría que disculparme con los que están errados?

Los Guoshi no pudieron discutir.

El Príncipe Heredero era ese tipo de persona.

Nunca se había encontrado con nada que no pudiera hacer, ni había conocido a nadie que no lo amara.

Él era la justicia del Reino de los Mortales, era el centro del mundo.

A pesar de que los Guoshi estaban frustrados —“¡¿Qué diablos sabes tú?!”—, no les correspondía decir más y, de todos modos, no se atrevían a insistir. Su Alteza no escucharía de ninguna manera.

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La segunda historia también ocurrió en el año en que el Príncipe Heredero tenía diecisiete.

Cuenta la leyenda que en el sur del río Amarillo, había un puente llamado Yinian[3]. Sobre este puente, existía un fantasma que había permanecido ahí durante años.

Este fantasma era sumamente temible: estaba vestido con una armadura rota, las llamas del karma ardían bajo sus pies, y su cuerpo se veía cubierto de sangre y atravesado por todo tipo de armas afiladas. Cada paso que daba dejaba una huella de sangre y fuego. Cada pocos años, aparecía repentinamente por la noche y deambulaba de un lado a otro en la cabecera del puente, bloqueando a los viajeros para hacerles tres preguntas:

“¿Qué es este lugar?”

“¿Quién soy?”

“¿Qué se debe hacer?”

El fantasma luego devoraría a quien respondiera incorrectamente. Sin embargo, nadie sabía cuáles eran las respuestas correctas. Con el paso de los años, este fantasma había engullido a innumerables viajeros.

Durante su errante vagabundeo, el Príncipe Heredero se enteró de esto. Así que fue y encontró el Puente Yinian, custodiándolo noche tras noche, hasta que finalmente, se encontró con el inquietante fantasma.

Cuando ese fantasma apareció, era tan horrible como decían las leyendas. Le hizo al Príncipe Heredero la primera pregunta, y el Príncipe Heredero respondió con una sonrisa.

Este lugar es el mundo humano.

Sin embargo, ese fantasma respondió—: Este lugar es el abismo.

Un comienzo auspicioso. La primera respuesta ya era incorrecta.

Bueno, las tres respuestas van a estar equivocadas de todos modos —pensó el Príncipe Heredero—. ¿Por qué debo esperar a que termines?

Entonces sacó su arma y arremetió.

La pelea fue un completo caos. El Príncipe Heredero era experto en artes marciales, pero el fantasma era aterrador e intrépido. Hombre y fantasma lucharon tan violentamente que el sol y la luna se vinieron abajo; al final, el fantasma fue derrotado.

Después de que el fantasma desapareciera, el Príncipe Heredero plantó un árbol en flor en la cabecera del puente.

Cuando estaba en eso, un cultivador pasó y lo vio esparcir un puñado de tierra para expulsar al fantasma.

Él preguntó—: ¿Qué estás haciendo?

Y así, el Príncipe Heredero dijo las famosas palabras—: Cuerpo en el abismo, corazón en el paraíso.

Al escucharlo, el cultivador formó una sonrisa tenue. Luego se transformó en un guerrero divino vestido con una armadura blanca, con nubes auspiciosas bajo sus pies, y cabalgó en el viento y la luz sagrada. Solo ahí el Príncipe Heredero se dio cuenta de que había conocido de manera accidental al Emperador Marcial Celestial, quien había descendido personalmente al Reino de los Mortales para derrotar al mal.

Todos los dioses y seres celestiales habían notado a este Guerrero que Agrada a Dios, sobresaliente en extremo, cuando dio ese salto durante la Procesión Celestial de Shangyuan.

Por tanto, después de aquella reunión en el Puente Yinian, las deidades le preguntaron al emperador—: ¿Cómo encuentra Mi Señor a esta Alteza Real?

El emperador respondió—: El futuro de este niño es infinito.

Esa noche, un fenómeno celestial se manifestó en los cielos sobre el palacio, y las tormentas se desataron.

En medio de los relámpagos y los rugidos de los truenos, el Príncipe Heredero ascendió.

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Cada vez que un mortal ascendía, el Reino Celestial siempre temblaba. Cuando el Príncipe Heredero ascendió, todo el Reino Celestial tembló tres veces más que con los temblores normales.

Lograr un cultivo fructífero era de verdad muy difícil. Requería talento, entrenamiento y oportunidad. A menudo era necesario un largo camino de cien años para que naciera un dios.

No era que no hubiese almas afortunadas que se convirtieran en deidades a una edad temprana. Sin embargo, en gran parte, existían aquellos que se consumían durante toda su vida, entrenaban cien años, y aun así no conseguían calamidades celestiales[4] que les sobrevinieran. Incluso si llegaran a enfrentar una calamidad celestial, morirían si no podían pasar tal prueba; e incluso si no morían, quedaban en ruinas. Su número era tan numeroso como las arenas del Ganges, pero la mayoría eran simplemente mortales ignorantes que pasaban toda su existencia como nada más que ordinarios, sin encontrar nunca su propia senda.

Sin embargo, esta Alteza Real era sin duda amado por los cielos. Todo lo que quería, lo conseguía; cualquier cosa que quisiera hacer, lo lograba; quería ascender y convertirse en un dios, por lo que a la edad de diecisiete años ascendió y se convirtió en un dios.

Siempre había seguido la voluntad del pueblo, y el rey y la reina amaban a su hijo y lo extrañaban profundamente. Así que el rey ordenó que se construyeran grandes templos y santuarios a lo largo y ancho del país, y que las estatuas del Príncipe Heredero fueran erigidas y adoradas por todos. Cuantos más creyentes hubiera, más templos habría y, en consecuencia, más larga sería su vida y más fuertes sus poderes espirituales. Así, en unos pocos años, el Palacio Xianle del Príncipe Heredero se volvió incomparablemente glorioso y, durante un tiempo, su prosperidad y esplendor alcanzaron la cima.

… Hasta que tres años después, Xianle cayó en el caos.

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La causa del caos fue la tiranía, y los rebeldes se sublevaron. Sin embargo, mientras las llamas de la guerra se encendían en el mundo mortal, las deidades del Reino Celestial no podían intervenir fácilmente. Esto a menos que fueran fantasmas, monstruos y demonios los que invadieran las fronteras… De lo contrario, lo que fuera, debía ser.

Imagínese: los conflictos estaban en todas partes en el Reino Mortal, y todos creían que tenían razón. Entonces, si alguien se entrometiera, hoy respaldaría a su antiguo reino y mañana otro vengaría a sus descendientes. Por lo tanto, ¿no habría dioses que siempre querrían luchar entre sí y que caerían en una vida de desgracia?

Una situación como esta para el Príncipe Heredero significaba que debía mantener su distancia, pero no le importó en lo absoluto.

Le dijo al Emperador Celestial—: Salvaré a la gente común.

El Emperador Celestial poseía mil años de poder divino, pero ni siquiera él se atrevió a desasir esas palabras de sus labios. Cuando escuchó esto, fue fácil imaginar cómo se sentía, sin embargo, no pudo hacer nada con el Príncipe Heredero.

Entonces dijo—: No puedes salvar a todos.

—Sí puedo —declaró el Príncipe Heredero.

De tal forma, descendió al reino mortal sin mirar atrás.

Naturalmente, el pueblo de Xianle se regocijó. Sin embargo, desde la antigüedad existía una verdad a la que la gente se refería en el mundo humano: cuando los dioses descendían al Reino Mortal sin permiso, nunca había un buen resultado.

En consecuencia, las llamas de la guerra, además de no extinguirse, se volvieron aún más salvajes.

No era como si el Príncipe Heredero no se esforzara mucho, pero hubiese sido mejor si ni siquiera lo intentaba. Cuanto más hacía, más desastrosa se volvía la guerra; el pueblo de Xianle fue devastado y aplastado, el número de heridos y bajas fue severo; y, al final, una plaga arrasó la ciudad imperial, el ejército rebelde irrumpió en el palacio, y de esta manera, se terminó la guerra.

Si se decía que Xianle originalmente pendía de un hilo, entonces el Príncipe Heredero vino y lo cortó de tajo.

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Después de la caída del reino, la gente al fin se dio cuenta de una cosa: el Príncipe Heredero al que adoraban como un dios, nunca fue tan perfecto o fuerte como lo imaginaban.

O dicho con más dureza, ¡¿no solo era una basura inservible que no podía hacer nada bien?!

Sin ningún lugar donde desahogar la angustia y el dolor de perder hogares y familias, la gente maltrecha ingresó con furia a los palacios del Príncipe Heredero, derribó sus estatuas divinas e incendió los templos sagrados.

Ocho mil templos ardieron durante siete días y siete noches, y ardieron hasta que no quedó nada. A partir de ese momento, el dios marcial que protegía la paz y la seguridad desapareció, y nació un Dios de la Desgracia que, naturalmente, trajo desastres.

Cuando la gente te llama “dios”, entonces eres un dios. Si te dicen “mierda”, entonces eres una mierda. Eres lo que sea que dicen. Siempre ha sido así.

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Sin importar qué, El Príncipe Heredero no pudo aceptar esta realidad, y peor aún, no pudo aceptar el castigo que le habían impuesto: Destierro.

Sus poderes espirituales fueron sellados, y su persona fue derribada al Reino Mortal.

Había crecido infinitamente consentido y mimado, nunca antes probó el sufrimiento del mundo humano; sin embargo, este castigo lo arrojó desde las nubes al fango. Y en ese fango, por primera vez, comprendió el sabor del hambre, la pobreza y la inmundicia. Esta fue también la primera vez que hizo cosas que nunca pensó que haría de modo voluntario: robar, hurtar, maldecir en voz alta y renunciar a sí mismo. Perdió toda dignidad, no le quedó autoestima, y estuvo tan descuidado como uno podría llegar a estarlo. Incluso su sirviente más leal no pudo aceptar este cambio en él y eligió irse.

“Cuerpo en abismo, corazón en paraíso”. Esta frase fue grabada en monumentos y placas de piedra en innumerables partes de Xianle. Si no fuera por la guerra que quemó casi todo el reino hasta los cimientos, si el Príncipe Heredero viera los restos de esas palabras, era probable que fuera el primero en apresurarse a destruir lo que quedaba.

La persona que había pronunciado esas palabras había probado personalmente que, cuando el cuerpo estaba en el abismo, el corazón no podía estar en el paraíso.

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Ascendió a los cielos con rapidez, pero cayó en desgracia aún más rápido. Como si apenas fuera ayer, con esa la mirada imponente sobre la Gran Avenida Marcial, luego de encontrar el mal en el Puente Yinian. Sin embargo, después de que el Reino Celestial susurrara por un tiempo, lo que había pasado quedaba en el pasado.

Hasta que, transcurridos muchos años, un día, un enorme estruendo tronó desde el cielo. Esta Alteza Real ascendió por segunda vez.

A lo largo de la historia, los oficiales celestiales que habían sido desterrados nunca se recuperaron o cayeron en el Reino de los Fantasmas. Nunca hubo muchos que pudieran pasar página después de haber sido desterrados. La segunda ascensión fue totalmente grandiosa y espectacular.

Todavía más espectacular fue que, después de ascender, emprendió todo el camino hacia el Reino Celestial y se desató en plena furia. Así resultó en que solo fue ascendido durante el lapso de un incienso antes de ser derribado de nuevo.

El tiempo de un incienso. Esa podía considerarse la ascensión más rápida y corta de la historia.

Si la primera ascensión podía considerarse un cuento hermoso, entonces la segunda ascensión fue una farsa.

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Habiendo sido desterrado dos veces, el Reino Celestial miró a este Príncipe Heredero con total desprecio. Y en este desprecio, también existía cautela. Después de todo, era amenazante y estaba al límite tras el primer destierro; ahora que había sido desterrado dos veces, ¿no perdería los estribos y se vengaría del mundo?

Sin embargo, después de haber sido desterrado esta vez, no se volvió loco, e incluso se adaptó con calma a la vida de destierro. No hubo ningún problema, el único asunto era… ¿tal vez se estaba tomando las cosas demasiado en serio?

A veces se ponía al final de la calle, tocando cualquier instrumento y cantando cualquier canción, e incluso romper rocas en su pecho no estaba fuera de su alcance. Si bien durante mucho tiempo se había corrido la voz de que esta Alteza Real podía cantar y bailar, y que era un maestro de muchos talentos, increíblemente, todos sus talentos estaban siendo atestiguados de tal manera, que hacía que uno se sintiera en verdad turbado.

A veces, también recolectaba basura con diligencia y humildad.

Todas las deidades quedaron conmocionadas hasta la médula.

Era impensable que las cosas llegaran a este punto; uno en el que si alguien decía “el hijo que has alumbrado es el Príncipe Heredero de Xianle”, era una maldición más maliciosa que “ojalá mueras sin hijos”.

Realmente no había nadie como él por haber arruinado las cosas a ese nivel, ese quien una vez fue el noble y gentil Príncipe Heredero, un oficial celestial que formó parte de las filas divinas. Y así, esta es la historia del hombre que era conocido como el hazmerreír de los tres reinos.

Después de carcajearse, los que eran más sentimentales también podrían suspirar. Ese amado de los cielos, que una vez estuvo a semejante altura, había desaparecido de verdad y por completo.

Estatuas divinas destrozadas, reino natal destruido, y sin que le quedara ni un solo creyente. Poco a poco, el mundo lo olvidó. Por eso, nadie supo a dónde se dirigió después.

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Pasaron muchos años más. De repente, un día, hubo otro gran estruendo en el cielo. El cielo cayó y la tierra se agrietó, el suelo tembló y las montañas se sacudieron.

Las linternas de luz eterna se estremecieron, las luces de las hogueras bailaron con furia, y todos los oficiales celestiales se despertaron sobresaltados dentro de sus propios palacios dorados, corriendo para preguntarse unos a otros:

“¿Qué nuevo dignatario ascendió? ¡Qué entrada tan grandiosa!”

Sin embargo, quién lo diría, solo exclamaron con asombro por un segundo, cuando en el siguiente, todos los dioses y budas del cielo quedaron atónitos.

¡¿No había sido suficiente?!

Ese infame bicho raro, el hazmerreír de los tres reinos, la legendaria Alteza Real el Príncipe Heredero, ¡él… él… él… él ascendió de nuevo!



[1] El Festival de Shangyuan también se conoce como el Festival de los Faroles, marcando el día 15 y último del Año Nuevo Lunar. Es un día para adorar y celebrar los cielos celestiales.

[2] "Guoshi" se puede traducir como "Preceptor imperial/estatal". Es un cargo gubernamental de alto rango que también tiene importantes responsabilidades religiosas. Los Guoshi sirven como jefes de estado religiosos bajo el Emperador, y son los tutores, capellanes y confidentes del Emperador y sus herederos directos. Lea más aquí: https://en.wikipedia.org/wiki/Imperial_Preceptor.

[3] [ ] significa "Un pensamiento" o "Pensamiento fugaz". Esta es también la primera mitad del modismo, "Se tomó una decisión incorrecta en un momento de debilidad".

[4] Antes de que un cultivador taoísta pueda ascender, debe pasar por la prueba de una calamidad celestial para poder pasar a los cielos. Suele ser una tormenta feroz llena de rayos penetrantes.


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