El dios que no olvido
Nunca creí que fueras tú quien sostendría mi corazón, pones tus brazos alrededor mío, intentando sostenerme de caer en la oscuridad, pienso que es más fácil para ti dejarme ir, pero luego me abrazas y me siento en casa.
Piensas que yo he sido tu salvación, cuantas veces me has añorado. Me doy cuenta de que piensas que yo te he salvado, pero te equivocas. Puede ser que te haya salvado de la muerte, pero tú me has salvado del olvido, lo cual es mucho peor.
San Lang, ¿sabes tú siquiera qué es el olvido?
Puede que alguna vez te hayas sentido perdido, oh querido, te han lastimado tanto. Me duele decirlo, pero siempre has sufrido, en cambio yo...
San Lang, yo alguna vez lo tuve todo. Alguna vez no me preocupé del mañana, alguna vez tuve padres que se preocuparon por mí, tuve personas que aspiraban a ser como yo, oh, la pregunta correcta para mí seguramente sería ¿Qué no tuve? Yo, yo realmente lo tuve todo.
Pero un día, todo simplemente desapareció.
Tal vez fue lo que merecía, pero yo no lo quería. Quizá era el cielo castigándome, quizá era el destino reparando los cimientos de aquella mala construcción que planeó, y notó que yo era una pieza que no encajaba en su rompecabezas...
San Lang, hubo un día en el que la suerte me abandonó.
¿Quién sabe? Quizá fui yo quien la abandonó realmente.
Existió una vez en aquel día nublado una persona cuyo corazón estaba destinado a fragmentarse y a convertirse en algo peor que la muerte, y, por maravillas de la vida, tú estabas junto a mí. Conoces tanto de mí que me avergüenzo, pero tú pareces aceptar todo eso de mí.
San Lang, no sé si es grato que lo hagas, o si realmente odio que no te opongas a ninguna acción que he realizado. ¿Sabes, San Lang? A veces me recuerdas tanto a aquellos días de gloria, que siento un profundo temor hacia ti, me traes tanta felicidad que temo padecer del corazón por tremenda alegría, ¿Quién diría que alguna vez yo sería tu perdición?
Me has amado, te he amado también.
San Lang, ayúdame, ¿a dónde puedo ir cuando las sombras llaman?
Las sombras me están llamando.
¿Qué puedo hacer cuando me empujan a aquellos recuerdos de la pérdida de mi reino, de la partida de mis amigos, del suicidio de mis padres? ¿Qué hacer?
San Lang, la oscuridad se está acercando, está tan cerca.
Estoy cansado de usar esta máscara, esta máscara que me quité solo frente a ti.
Ya no quiero pretender sonreír, estoy rodando en mi propia cabeza, mis pensamientos me consumen. No quiero pretender no sentir odio hacia aquellos que me lastimaron, que me abandonaron, que me olvidaron. Sin embargo, puedo aceptarlo, siento que aún puedo soportarlo.
Pero sabes, hay algo que realmente no puedo, que me niego, que no me resigno a aceptar. San Lang, no acepto que te hayan alejado de mi lado.
Puede sonarte egoísta, aunque seguramente para ti tendría completamente la razón y estarías, tal vez no de acuerdo, pero complacido con mis pensamientos. Aunque ahora me pregunto qué pensarías si me vieras como estoy.
San Lang, ¿puedo hundirme en la oscuridad?
¿Eres tú la oscuridad? Si es así, realmente quiero adentrarme en ella.
Me han saboteado de la peor manera posible, ¿cómo he sido tan tonto? No perdono mi ignorancia e ingenuidad.
San Lang, por ser tan ingenuo e ignorante te han arrebatado de mis manos, de mi pecho...
Ese día, en el que Jun Wu se atrevió a arrancar tus cenizas de mi cuello, sentí la verdadera desesperación. Recuerdo haber estado admirando tu colección de espadas y armas en tu hogar, nuestro hogar. Me pregunto cómo fui tan débil para no notar la presencia de aquel individuo, y me pregunto como tú, el Rey Fantasma, tampoco notó su presencia. No San Lang, no te culpo, pero dudo de nuestra agudeza y de su habilidad.
¿Qué sentí aquel día en el que las personas morían por tener parásitos con rostros en su piel? ¿Qué sentí aquel día en el que perdí la guerra? ¿Qué sentí aquel día en el que quemaban mi hogar y destruían mi templo? ¿Qué sentí aquel día en el que todos me abandonaron? ¿Qué sentí aquel día en el que mis padres se suicidaron? ¿Qué sentí aquel día en el que penetraban mi pecho con filosas y frías espadas?
Nada.
Nada de eso se puede comparar a lo que siento ahora.
San Lang, se están acercando demasiado, dime que hacer.
Cuando vi que en la palma de la mano de aquel ser despreciable a quien una vez casi cedí yacía el anillo que me habías regalado, realmente sentí un frío recorrer mi columna, recuerdo que pensé "¿es esto el temor?" porque jamás había sentido nada igual.
Grité.
Grité tanto. Grité como un niño, recuerdo haberte visto entrar al salón rápidamente, siempre atendiendo mi llamado. Pero él fue más rápido que tú, más rápido que yo...
Todo se movió tan lento. Recuerdo el movimiento de tus túnicas rojas mecerse con agilidad y con una belleza inigualable, en cualquier situación, sea feliz o trágica, siempre te ves tan radiante. Recuerdo como tu rostro se distorsionó, los músculos contrayéndose; como tu cabello ondeo con elegancia y tu fuerte y esbelto brazo se estiró hacia mí dirección. Recuerdo el color brillante de tu mirada, tan hermoso. Tu rostro reflejó miedo, posiblemente haya sido la única vez que vi esa expresión en ti, fue escalofriante. Recuerdo como tus largos dedos se aproximaron a mi prenda, tus brazos rodearon mis hombros y me llenaste de un inexistente calor, me siento en mi hogar, este mi hogar, tú eres mi hogar.
¡Maldición, San Lang! ¿por qué me abrazaste? ¿por qué te dirigirse a mí en vez de ese ser que tenía en sus manos tu preciada vida? ¿por qué fuiste tan egoísta? ¿por qué?
Dejándome aquí. Te fuiste, y antes de irte me abrazaste, ni siquiera intentaste recuperar ese anillo, ¿fue porque te diste cuenta de que ya era demasiado tarde? ¿Qué te hizo saltar en mí y colocar tus pálidos y fríos labios en mi piel, introduciendo tu dulce veneno saber a miel entre mis venas? ¿Qué te hizo decidir enrollar en aquel apasionante y melancólico abrazo a mi miserable cuerpo? Y sabes, creo haber estado demasiado desesperado, pero, aunque lo intento, créeme que lo intento, no logro recordar que hayas dicho que regresarías, ¿sí lo dijiste, cierto?
Escúchame.
Me siento tan solo. Debes escucharme. Esta casa no es mi hogar, tú eres mi hogar.
No importa lo que haga, no importa lo que decida, yo soy el problema. Hiero a todos los que están alrededor de mí, te herí a ti.
No vuelves.
No estás regresando, San Lang. Han pasado mil ochocientos años y no has vuelto.
Cuando todo sucedió, me dije a mí mismo que debía esperarte, creer en ti, esperar por ti como tú esperaste por mí, pero sabes... estoy teniendo un problema, ¿Cómo era tu aroma, San Lang?
San Lang, ¿Por qué todo mundo me ve y palmea mi espalda? ¿Realmente creen que me sentiré mal por siempre? ¿Quién es el ingenuo ahora? Ellos no se dan cuenta que pronto nos encontraremos de nuevo.
San Lang, ¿Por qué todas las personas a las que aprecio me abandonan?
¿Por qué me abandonaste?
¿Por qué cuando el sonido del hierro haciéndose añicos retumbó en la habitación no te convertiste en mariposas? No vi aquel bello espectáculo en el que tu alma me dice que volverá en el momento en el que la metamorfosis de tu esencia tome lugar.
¿Por qué no salió un brillante amanecer, y en su lugar un manto de estrellas se posó sobre mi cabeza?
Tus cenizas volaron, se desvanecieron. Se fueron de la misma manera en la que se marchó cada persona que aprecié en mi vida convirtiéndose en la felicidad que tuve antes de conocerte y después de perderte, en nada.
¿Por qué al final sonreíste? ¿te burlabas de mí? ¿por qué esa maldita hermosa sonrisa en tu rostro hacía contraste con la penumbra que cubría tu mirada?
¿Por qué esos cristales que corrían por tus mejillas indicaban que sufrías mientras tu voz susurraba a mi oído cuanto me amabas?
San Lang, sabes... casi ya no recuerdo tu voz.
Te estoy perdiendo...
Yo... yo te estoy olvidando.
San Lang, ¿Sabes qué es el olvido?
Desde el día que te conocí recordé lo fácil que era ser feliz. Tú me hiciste tan feliz. Hiciste que mis risas fueran debido a una genuina felicidad y no a una supuesta amabilidad. Tú llenaste mi patético cuerpo con esa calidez del que carecía el tuyo. Tú llenaste mi ser de puro gozo. Tú me enseñaste a sonreír, a brillar, a ser libre.
Fui libre por ti.
Según algunas personas fuiste mi perdición.
Pecando de ignorantes ellos, como siempre.
No fuiste mi perdición, no me descarrilaste. Me enseñaste la belleza de la vida. Me enseñaste lo que es el placer, tus manos frías tocando mi delgado cuerpo haciéndome estremecer, tus labios posándose sobre mi cuello, espalda y muslos, llenando mi alma de ese placer del que tanto dioses, demonios, y mortales poseemos, sí, me enseñaste sobre el sexo. Me enseñaste que gozar de ese placer ilimitado no es un pecado, no es un error, es amor propio.
Cada vez que tu lengua se adentraba en mí te amaba... pero me amaba más a mí. Me enseñaste a quererme tanto. Queriendo más de ese placer, queriendo que me dieras más, que me llenaras más, pensando en mí. Me hiciste pensar tanto en mi propio bienestar, me enseñaste a amarme. Tu lengua sobre la mía, tus manos apretando fuertemente mis glúteos y mis uñas desgarrando tu piel me recuerdan que la vida tiene sentido. Recuerdo como tu caliente lengua se adentraba en mi flor reclamando mi interior y exigiendo que mis piernas cedieran ante todos tus deseos, la brutalidad con que penetrabas mi cuerpo haciéndome rogar por piedad, pero con el deseo que jamás te detuvieras... todo eso me hace recordar cuanto amé el placer y cuanto detesté tu ausencia.
San Lang, cada vez están más cerca.
Me quedaría un poco más si estuvieras aquí. Pero la realidad es diferente.
Mu Qing y Feng Xin me visitan, parece que se llevan mejor, me alegro. Parece que hay algo entre ellos, aunque lo niegan. Sé que sus miradas brillan cada vez que se ven, puedo apreciar como sus manos tiemblan cuando, accidentalmente, se tocan. Siempre juntos... espero ellos puedan cruzar el camino en el que nosotros nos quedamos a la mitad.
Dioses se han retirado y dioses han ascendido.
Todos me tratan tan bien.
Pero todos me importan tan poco.
Sé que estoy siendo egoísta, pero... ¿no me lo merezco? ¿no puedo pensar un poco en mí después de haber dado todo del todo por los demás?
San Lang, por primera vez puedo decirte que quiero conseguir mi felicidad, aunque para eso otros tengan que derramar sangre. Puedo darme cuenta como todos me respetan, pero como a la vez intentan aprovecharse de mí, de mi amabilidad. San Lang, a veces quisiera partir a la mitad a esos intentos de dioses que se atreven a querer burlarse de mi persona, pienso que al permitirles reírse de mí ofendo tanto a mí como a tu persona... sabes que puedo partirlos con un movimiento de mi dedo, pero no lo hago. No lo hago porque no soy así, porque mi alma no me lo permite.
¿Estás decepcionado de mí?
Tengo grandes esperanzas.
Grandes esperanzas que me llevan a donde todo comenzó.
San Lang, hoy soy yo quien lanza tres mil linternas por ti. Hoy soy yo quien te llama, quien te persigue, quien te busca, quien no te encuentra...
¿Puedes quedarte un poco más en mis pensamientos? No desaparezcas tan pronto.
¿De qué tono son tus uñas? ¿qué tan largo es tu cabello?
San Lang, quédate un poco más, no desaparezcas tan pronto, ¿cuál es la prisa?
Mi mirada se posa en el horizonte. Hoy es un bello día, pronto anochecerá. Creo que soy un poco más fuerte.
Ato mi cabello en una media coleta, como tanto te gusta. Limpio mis uñas para que puedas besar mi mano tanto como quieras. Limpio mis pies para poder caminar junto a ti y ser digno. Restriego mi cuello para que lamas tanto como desees. Me veo en ese pequeño cristal que encontré una tarde de octubre, veo mi reflejo, vaya... realmente me veo bien.
San Lang, tenías razón, soy hermoso.
San Lang, escúchame, hoy me amo más que nunca.
San Lang, me amo tanto que quiero darme el lujo de verte una vez más.
Los años capturan la belleza, pero no mantienen los recuerdos.
Querido, no tengas miedo, pronto estaré contigo.
Hoy he decidido que, a pesar de poder esperarte por mil años más, hoy realmente quiero verte, así que, con mi corazón en la mano, voy a ir a tu lado.
San Lang, espera un poco más, no desesperes... estoy un poco más cerca de ti.
------------------------------------------
Xie Lian cerró sus ojos, una pequeña gota brillante recorrió su mejilla, pero él no lloraba. Sus pies se movían con gracia, sus caderas flotaron como aquella tarde en la que rescató a un niño que había saltado del muro. Sus mejillas coloradas, su mirada brillante y su corazón... su corazón palpitaba.
Boom boom, boom boom.
Un paso más, cada vez más cerca.
Sus túnicas blancas ondeaban con el viento helado que daba la bienvenida a la noche.
Los habitantes de Ghost City veían con tristeza y asombro la belleza inigualable de ese hombre, quien caminaba en la calle como uno de ellos, como un fantasma, pero a diferencia de ellos, su corazón palpitaba.
Boom boom, boom boom.
Todos murmuraban, hace tanto tiempo que veían ese esbelto rostro con una sonrisa, que era extremadamente anormal ver su semblante serio, aunque tan sereno. Se veía en paz.
Xie Lian no escuchó nada de lo que esos seres tenían por decir, sus fuertes pisadas marcaban la huella de que él alguna vez caminó por ahí. Su piel acariciaba aquel dedo en el que alguna vez hubo atado un hilo rojo, pero que un día solo desapareció. Xie Lian no sentía el frío, sus sentidos estaban más despiertos que nunca, aún así, no escuchó ni sintió las miradas de los demás sobre él. Su mente únicamente dibujaba el retrato borroso del su devoto más leal.
Nadie sabe realmente cuanto tiempo pasó, pero se dice que el Príncipe Heredero de Xian Le caminó descalzó por varios días hasta llegar a un pequeño lago, en donde una gran y hermosa cascada adornaba la vista. Se dice que el hombre bailó, que danzó, que movió sus caderas ocasionando envidia a las hadas y haciendo celosa a las aves.
Se dice que una vez más sonrió.
Su cabello fue desatado, sus túnicas fueron arrebatadas de su pálido cuerpo, su corazón latía con emoción.
Boom boom, boom boom.
La noche finalmente había llegado. Un manto colorido de estrellas, varios cometas y galaxias brillaban presenciando el acto del Príncipe que Complació a los dioses. Veían con éxtasis como su cabello ondeaba y su manzana de Adán subía y bajaba.
Él se arrodilló, y con una voz tan apaciguada murmuró:
-Los perdono. – él los perdonó. – Perdono a todos aquellos quienes me hirieron, perdono las veces que me humillaron, que me patearon, que me apuñalaron. No les guardo ningún resentimiento. Realmente los perdono.
"... Perdono a todo aquel que alguna vez tuvo envidia de mí. Perdono a todo aquel que alguna vez me deseó el mal, perdono a todo aquel que alguna vez me ocasionó algún mal, yo, yo realmente los perdono."
Xie Lian se irguió, cogió unas flores y con su otra mano sostuvo una brillante espada. Cualquiera que lo viera pensaría que se trataba de una estatua tallada por el más talentoso de los escultores.
Cualquiera que lo viera pensaría que se trataba del Dios Coronado con Flores, del Dios Complacido.
Sus ojos se abrieron al fin, miró hacia el cielo, observó aquella luna redonda y brillante, tan blanca como su piel. Se vio reflejado en ella, la Luna, quien sufre de un amor a quien no puede tocar, el Sol.
Recordó como en su relación, la Luna y el Sol podían verse solo una vez, y cuando lo hacían se unían en un eclipse, volviéndose uno, devorándose, demostrando todo su amor, causando conmoción en las mares y ceguera en los curiosos... pues hoy, ese día, él haría lo mismo con su creyente más devoto. Hoy nuevamente se volverían uno.
Xie Lian se despojó de lo poco que quedaba de tela de su cuerpo, quitó a Ruoye de su cuerpo y la amarró en su muñeca, con la esperanza de que Lluvia Sangrienta que Busca La Flor se agarrara nuevamente de ella y volaran juntos en un remolino de amor.
Caminó dentro del lago, su largo cabello empapado le daba la vista de un tritón.
Boom boom, boom boom.
Gritos y pisadas rápidas buscan llegar al lago.
Boom boom, boom
El sonido de Mu Qing y Feng Xin llamándolo no llega a sus oídos.
Boom boom.
El grito desgarrado de los habitantes de Ghost City no fue escuchado.
Boom
Sus ojos se abrieron nuevamente, él podía respirar, en aquel profundo lago había suficiente oxígeno para él. A pesar del agua, varias lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas...
Ahí estaba...
¡Oh, San Lang!
– ¡¿Gege?! ¿qué hace aquí? – preguntó una voz claramente emocionada pero preocupada.
-He venido a verte, San Lang – dijo con una brillante línea de perlas aquel hombre.
El hombre con un parche en su ojo se sostuvo de Ruoye, y atrajo a sus brazos a su amante.
Boom
Ninguno dijo nada, se hundieron en un abrazo, sus labios entrelazados expresaron todo aquello que las palabras no fueron capaces de hacer.
Silencio...
Dice la leyenda, que un hombre cuyo rostro era el más bello visto jamás fue perdido en un lago inmenso, varias personas pasaron horas y horas buscando liderados por dos dioses marciales, sin embargo, la única muestra que tuvieron de que El Dios Complacido estuvo allí eran sus blancas túnicas y Ruoye, quien ahora era solo un pedazo de tela, había perdido sus poderes espirituales ya.
Miles de linternas volaban por los cielos, nadie sabía quién las había lanzado, pero se dice que un Rey Fantasma y un Dios Marcial celebran su amor, uniéndose en el coito y sonriendo a los cometas.
Y así, el príncipe complacido falleció, así, un inmortal murió, su cuerpo desvaneciéndose, pero se cree que sus cenizas se encuentran juntas a aquellas de su amante que desaparecieron alguna vez, dentro del profundo del lago.
@spicycreampie
Para más fanfics
https://www.wattpad.com/967489278-el-dios-que-no-ovid%C3%B3-el-dios-que-no-olvid%C3%B3
0 Comentarios